Lorena Escandell Alcántara (Formentera, 1990) se considera una isleña de pura cepa, le encanta la vida en Formentera y nunca se ha planteado residir en otro lado. Con una tienda de ropa en La Mola, desde hace años se dedica a confeccionar piezas tejidas con dos agujas y a ganchillo después de aprender la técnica con su madre. “Mi abuela Esperanza también tejía, era capaz de hacer un jersey en un día y luego vendía las prendas en una tienda de Sant Francesc y en Mallorca. Me acuerdo ir a su casa de pequeña y verla sentada tejiendo y cuando falleció me quedé con sus agujas y las lanas para que mi madre me enseñara”, apunta la artesana.
Así, Lorena aprendió los puntos básicos (alto, medio, de garbanzo, nido de abeja, panal, punto raso, etc) y comenzó su andadura con el tejido ampliando los conocimientos con revistas y tutoriales on line. “Una vez que manejas los puntos puedes seguir un patrón o inventártelo”, asegura mientras despliega piezas realizadas en hilo de algodón español natural como chalecos, chaquetas y bolsos de granny (los famosos cuadrados tejidos al crochet y luego cosidos entre sí) forrados con tela de algodón. También utiliza dralon, “un hilo vegano e hipoalérgeno que parece lana pero no lo es, abriga un montón y se seca muy rápido”.
En materia de colores, Lorena no es amiga de ceñirse a las modas por lo que utiliza y combina aquellos que recuerdan a la naturaleza de la isla y por los que pasan amarillos, naranjas, rosas, verdes y azules en distintas gamas que marcan una nota alegre en cada uno de los trabajos.
Con carta de artesana tejedora desde mediados de este mes y a la espera del inicio de la temporada para estrenar parada en la Fira Artesanal de la Mola, “a la que estoy muy ligada porque era mi patio de juegos de pequeña”, Lorena Escandell considera que la artesanía en Formentera goza de muy buen nivel. “La gente valora la creación y el trabajo realizado a mano y para muchos el que esté hecho en Formentera le añade un valor especial por la magia de la isla y dada la dificultad que a veces tenemos a la hora de proveernos de materias primas” y añade que “a la tienda, donde siempre estoy con algún tejido entre manos, cada verano viene hay algún cliente que se queda un tiempo en la isla y que me encarga alguna pieza a su gusto”.
Si bien su trabajo artesano no requiere de un espacio específico para llevarlo a cabo y la naturaleza es el lugar ideal para desarrollarlo, Lorena considera que sería una buena idea habilitar talleres no solo para trabajar lo propio sino también para compartir conocimientos con otros artesanos, “aprender unos de otros y dar a conocer el nivel artesano de la isla”.