Apicultura, un apasionante legado familiar

Toni Serra, presidente de la Asociación de Apicultores de Formentera, nos acerca a esta actividad que comenzó su tatarabuela

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Toni Serra es el presidente de la Asociación de Apicultores de Formentera
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Por todos son conocidos los beneficios de la miel y sus derivados, aunque la mayoría tengamos una mezcla de miedo y respeto ante un enjambre de abejas, por lo que siempre asombra la pasión por su este oficio/hobby que demuestran los apicultores como el formenterés Toni Serra que comenzó a los 13 años, cogiendo el testigo familiar, siendo ahora el presidente de la Asociación de Apicultores de Formentera.

“Antiguamente en todas las fincas había colmenas y mi tatarabuela ya tenía porque las abejas ayudaban a polinizar los cultivos, sobre todo el almendro que necesita mucha y sacaban la miel para consumo propio, para la venta y como medicina. Cuando mi abuelo se hizo mayor dijo que ya no quería cuidar más las colmenas y delegó en mí la tarea que me gustó mucho desde el principio y me hice amigo de las abejas a las que hay que saber llevar”, apunta Toni a FormenteraAvui.

Supervisión de los paneles de miel

El apicultor formenterés destaca que las abejas llevan millones de años en la tierra “y nosotros llevamos miles de años aprovechándonos de ellas ya que no las pudimos domesticar. Sigue siendo una especie salvaje, y hemos aprendido a sacarles rendimiento, a respetarlas y a cuidarlas para que vivan dentro de las colmenas en un ambiente en contacto estrecho con la naturaleza”.

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Las abejas predominantes es la isla pertenecen a la especie apis melífera iberiensis, derivada de la europea, y en cada zona de España hay una variedad genética. “Las del sur de España son más parecidas a las del norte de África y las del norte tiene más similitudes con las del resto de Europa”, explica Toni.

Sin embargo, en los años 90 las abejas sufrieron una plaga mundial con la aparición de un ácaro (Varroa destructor) que solo se puede reproducir en las colonias de abejas y que acabó con gran parte de la población de abejas en Europa y Norteamérica. Durante un tiempo, en Ibiza y Formentera se importaron abejas de la península y también algunos extranjeros trajeron reinas de sus países. Por este motivo, desde todas las Baleares se está llevando adelante “un proyecto que comenzó en Mallorca para recuperar la abeja negra autóctona, se hicieron estudios genéticos y donde mejor se ha conservado es en las zonas montañosas aisladas de dicha isla. La idea es extenderlo al resto de Baleares para ir seleccionado genéticamente los ejemplares mejores que produzcan buena miel y que no sean agresivas”, destaca Toni Serra.

Asimismo añade que las abejas que llevan siglos en un territorio se han adaptado genéticamente a ese entorno, por ejemplo a la sequía, al calor y a las floraciones cortas. “Si, por ejemplo, desplazas una colmena del norte de Europa a Formentera, aunque aquí en invierno no haga el mismo frío que allí no salen de la colmena y en verano se vuelven locas buscando flores que no encuentran, por lo que las nuestras están más adaptadas al clima local”.

Formentera cuenta en estos momentos con cerca de 25 apicultores, la mayoría mayores de 80 años de edad aunque se vislumbra un tímido relevo generacional. “Igualmente el territorio de Formentera es muy pequeño por lo que no da para dedicarse profesionalmente a la cría de abejas y a la miel, pero si como hobby”.

Actualmente hay unos 25 apicultores en Formentera

Zonas y variedades

En materia de zonas, el centro de la isla es uno de los mejores lugares para disponer de colmenas, por las floraciones naturales así como por la proliferación de jardines, huertos y zonas más cultivadas. “Algún análisis de polen dio como resultado que en Formentera había hasta 70 plantas diferentes entre autóctonas, frutales, de jardín, y al ser la isla pequeña, en pocos kilómetros, las abejas encuentran diversas variedades”.

El año apícola comienza a finales del verano, octubre y noviembre, cuando normalmente llueve, a los 20 días aparecen las flores y las abejas comienzan a aumentar población y a funcionar. El trabajo del apicultor consiste en vigilar el crecimiento de la colmena, “dándole más espacio si lo necesitan con panales nuevos y de febrero a mayo hay que controlar la reproducción y se puede sacar algo de miel si ha llovido temprano”. Las últimas floraciones como la de la frígola se producen en mayo y junio, en julio se saca la miel acumulada durante el año y “a partir de ahí hay que controlar que estén bien y, si es necesario, durante los meses de mucho calor se las puede alimentar con un preparado a base de azúcar, vitaminas y proteínas, que abandonan inmediatamente cuando encuentran flores en el campo”.

Trabajos de supervisión de la colmena

Tipos de miel

La miel se saca una vez al año de variedades como mil flores, frígola (aromática, muy dulce y con regusto picante), romero (clara casi transparente) y brezo (muy oscura y cristaliza con facilidad).

La producción en la isla es mínima al no estar profesionalizado el sector por lo que la miel obtenida es para consumo familiar o para compartirla con amigos.

Para Toni Serra la cría de abejas constituye un gran beneficio para la naturaleza y especialmente para la polinización de huertos y de los cultivos haciendo que los frutos sean de mejor calidad y se incremente la cantidad. “Todo natural y de gran valor medioambiental”, afirma el apicultor que manifiesta sentir un gran apego por el legado familiar recibido de su abuelo. «La apicultura es apasionante y da muchas satisfacciones».

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