Como pueblo mediterráneo, Formentera no podía estar al margen de la producción de vino, y desde siempre muchas familias de la isla se han dedicado a esta tarea para obtener el famoso «vi pagès» que se destina a consumo propio.
Una tradición que continúa el empresario Vicent Tur. «Por parte de mi familia en la finca can Carlos de ses Clotades desde alrededor de 1890, mi bisabuelo paterno, al que conocí, producía vino con variedades autóctonas como monestrell, garnacha, palop negre y blanc y algunas más de las muchas que había en la isla».
Vicent recordó la vendimia cuando era niño y en la que participaba toda la familia. «Se recogía la uva en cajones de fruta o canastos de esparto y, hasta acabar la vendimia, se dejaban los racimos en un patio donde corriera el aire, ya que no había refrigeración».
Luego se montaba sobre el suelo el cup de piedra lucido con arcilla, se cubría de maderas con agujeros y encima se colocaba el fonyador, «una especie de cajón con dos palos a los que te agarrabas» y donde se tiraba la uva para pisarla. El líquido caía en el cup que tenía una restanyada de romero y frígola para impedir el paso de ramas, hojas y hollejos. Este cup tenía un grifo con una caña por donde salía el líquido a una cucona de piedra y con cubos de lata se cogía y se vertía en barricas de madera que se guardaban en el lagar.
Ese vino se dejaba respirar durante un tiempo y luego se cerraba la barrica con un tapón de corcho, se tapaba con un trapo y con yeso, y así se quedaba amorterado hasta que se abriese la barrica para el consumo.
«El vino de Formentera siempre ha tenido un punto de salinidad y de frígola, romero, enebro y antes no se filtraba mucho por lo que era muy astringente y con impurezas», apuntó Vicent.
En la familia también hubo tradición de pasificar la uva grec o malvasía que era una variedad que se tenía mucho tiempo en la cepa, se cortaba tardía y luego se colgaba junto a las sobrasadas para comerlas con pan.
Tiempos modernos
Actualmente Vicent Tur tiene dos hectáreas repartidas por es Cap de Barbaria, Porto Saler y la Savina, con viñas de las variedades monestrell, garnacha y algunas de uva blanca.
Ahora el proceso para obtener vino es mecánico, con estrujadora, despalilladora, bombas de trasiego, depósitos de acero inoxidable y sistemas de temperatura controlada para evitar que esta aumente durante la fermentación alcohólica y mueran las levaduras, lo que puede dejar el vino a media fermentación con mucha carga de gramos de azúcar por litro produciendo ácido acético.
Con respecto a la producción, este año el resultado ha sido solo del 15 por ciento de uva por culpa de los palomos, pero en una temporada buena pueden sacar unos 3.000 kilos de uva de las dos hectáreas para producir unos 1.500 litros. «Este es un vino que pasa por los controles sanitarios como producto alimentario pero no se puede comercializar. Nosotros no añadimos ningún tipo de químico pero lo llevo analizar para saber la graduación alcohólica y si la fermentación está correcta. Algunos años lo dejamos en barrica y vamos sacando lo que necesitamos, ya que si tenemos solo entre 300 y 500 litros no vale la pena embotellar, pero cuando tenemos una buena añada junto con mis tres hermanos lo embotellamos y guardamos en la bodega».
La producción familiar no solo se usa para beber sino también como condimento en los guisados de cordero o en unos calamares a la bruta, «ya que aporta mucho gusto a las comidas».
Vicent Tur piensa seguir con sus viñas y el vino, una tradición que está seguro continuará en la isla «porque hay mucha gente que se ha aficionado con pequeñas viñas de las casas y algunos están sacando caldos de buena calidad. Eso es una demostración de cultura popular, y que todavía queden algunos que lo hacen a la antigua usanza aunque de mucho trabajo».
Para el productor de vi pagès, «lo fundamental es cuidar las viñas, mantenerlas sanas aunque no hagas vino para que la producción general de la isla esté en buenas condiciones».