Kings and Queens of Kibera, un proyecto de desarrollo vital gestionado sin prisa pero sin pausa

Más de quince años de una iniciativa educativa dirigida a la infancia en uno de los guetos más grandes del mundo ubicado en la capital de Kenia e impulsada por Nicolau Mallol

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Las chicas y chicos de la tercera generación de Kings and Queens of Kibera / foto: Nicolau Mallol
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La experiencia de vida nos ha enseñado a muchos que los proyectos que perduran y dan frutos son aquellos en los que se trabaja “sin prisa pero sin pausa”, de una manera constante, sin grandes aspavientos y con el propósito de brindar posibilidades reales de desarrollo vital a pequeños grupos de personas.

Así lo demuestra Kings and Queens of Kibera, una iniciativa dedicada a brindar posibilidades educativas a menores en situación de calle en uno de las barriadas marginales más grandes del mundo, Kibera, situada en Nairobi, la capital de Kenia.

La historia de este proyecto solidario nació en 2006 cuando Nicolau Mallol, nacido en la zona caribeña de Estados Unidos de madre colombiana y padre catalán, estudiaba Bellas Artes en Boston y un compañero, oriundo de las Islas Mauricio, ganó una beca de 3.000 dólares para llevar adelante un proyecto artístico. “Él había crecido en Nairobi, había quedado impresionado con la cantidad de niños de la calle y tuvo la idea de utilizar la beca para volver ahí y realizar talleres artísticos con esos niños con el objetivo de utilizar el arte como refuerzo de identidad y como una aportación positiva para ellos”, comenta Nicolau que acompañó a su amigo a la capital de Kenia para colaborar en el desarrollo de los talleres y comprobó la situación de Kibera.

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En este enclave superpoblado la infancia es particularmente precaria y predomina la situación de calle. “Si bien hay niños huérfanos, la mayoría de ellos tienen familia desestructurada formada generalmente por una madre muy joven con muchos hijos de diferentes padres a los que no puede mantener. Ante esa realidad a los seis o siete años se buscan la vida en la calle, mendigando y vendiendo la chatarra que encuentran. De estos niños muchos ya se quedan en situación de calle y otros vuelven cada día a casa para aportar los recursos obtenidos y ayudar a su madre y hermanos”, describe Nicolau quien reside y trabaja en Formentera durante la temporada veraniega desde hace 17 años.

Acabada la primera experiencia con los talleres de arte en Nairobi y conocedor ya de la situación de los menores en Kibera, Nicolau comprobó que alquilar una casa en los suburbios costaba 80 euros al año y esto permitía brindar albergue a cinco niños entre los siete y ocho años. “Ellos estarían ahí solos, algo impensable en Europa, pero la realidad nos confirmó que ellos eran responsables ya que siempre se mueven en grupo, con reglas muy estrictas: mientras unos van a buscar chatarra, otro lava la ropa de todos y otro compra para la comida y cocina. Tienen muy claro que un niño solo no sobrevive”.

La casa amarilla del proyecto en Kibera

Al alquilar la casa y sustentar las necesidades básicas del primer grupo se unió el pagar la educación de los pequeños “ya que la escuela en Kenia no es gratuita, solo unos pocos pueden acceder a estudios completos y además no consigues empleo si no tienes el título de bachiller lo que fomenta el desarrollo de una economía sumergida e incrementa el nivel de pobreza”.

Ese grupo inicial ya se ha independizado, “algunos con estudios universitarios, otros con oficios aprendidos o con negocios en marcha, han creado sus familias y continúan colaborando con nosotros.”

Tercera generación

Diecisiete años después esta iniciativa solidaria, que ya va por la tercera generación de jóvenes acogidos, cuenta con dos casas, una con diez niñas y otra con diez niños, un aula donde hacen los deberes y clases extraescolares, otra de informática con quince ordenadores reciclados, así como con dos apartamentos para universitarios de la segunda generación “que están sacando una notas espectaculares en carreras como diseño textil, diseño de arte audiovisual, educación física con especialidad en maratonismo o relaciones internacionales. Todos ellos han estudiado muy motivados y algunos ya trabajan en lo suyo”.

Cuando se cumplió el segundo año del proyecto, Nicolau se quedó solo al frente de la iniciativa y en la actualidad es ayudado por dos monitores locales que se encargan de controlar y gestionar el centro, una cocinera que organiza y reparte tres comidas al día y un contable que lleva adelante la administración económica.

Kibera
Dos de los participantes en el proyecto solidario en Kibera

Asimismo, desde hace unos cinco años “recibimos amigos de Formentera que se han comprometido con el proyecto y que van cada año a impartir talleres o charlas sobre lo que saben y si no se les ocurre nada ya les damos un pincel para que ayuden a pintar la casa ya que siempre hay algo que hacer”, explica Nicolau con una sonrisa.

Con respecto a la financiación, el proyecto cuenta con donaciones mensuales por parte de simpatizantes con la causa y también obtiene recursos a través de la realización de diferentes eventos como exposiciones de fotografías, conciertos y otras iniciativas.

Entre estas cabe destacar la subasta benéfica de obras de arte que tendrá lugar este viernes 8 de septiembre en el bar Can Savinera de la Savina a partir de las 20.00 horas donde los asistentes podrán disfrutar de una exposición de fotos, comida, bebida y música a cargo de Noel.

Por último, Nicolás Mallol apunta como distintivo que este proyecto sea gestionado y dirigido por los propios usuarios “ya que creemos que es su proyecto, su mundo y su gente”.

https://kingsandqueensofkibera.org/

 

 

 

 

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