«Valoro el carácter ancestral de mi oficio» Entrevista a David Álvarez de Lara Baisl

Con años de experiencia en la construcción con piedra seca, el pasado mes de junio se le otorgó la carta de artesano en esta especialidad, así como otra por sus trabajos con raíces de enebro

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David Álvarez junto al muro de piedra seca en el que está trabajando
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David Álvarez de Lara Baisl nació en La Mola, “concretamente en can Xumeu d’en Llai delante de una chimenea” el 6 de enero de 1980. Su infancia transcurrió en la isla y estuvo muy ligada a la Fira de la Mola donde su madre ejercía de artesana. Con respecto a los estudios fue a la escuela primaria de la Mola y a las escuelas viejas de Sant Francesc hasta los 17 años cuando se trasladó a Sabadell, tierra natal de su padre, para acabar el Bachillerato.

De vuelta en la isla, David enlaza una serie de trabajos que le permiten adquirir conocimientos del mar y de la tierra. “Primero me uní al equipo de submarinistas del Centro Vellmarí, me saqué el carnet de instructor de buceo, me inicié en marinería, trabajé para Pharmamar y posteriormente estuve dos años en la bodega Terramoll junto a mi padre”.

Después de ese intenso inicio laboral y formativo en Formentera, a los 22 años se traslada a Teruel “a una finca que había comprado mi padre años atrás y ahí encontré lo que buscaba para desarrollar un proyecto propio que mantuve durante catorce años”. En ese largo período David desarrolló un modo de vida autosuficiente, “me hice una casa de piedra con piso y todo”, y pudo sacar adelante el enseñar lo aprendido con la creación de la escuela Masico Aguilar especializada en oficios tradicionales y en el traspaso de conocimientos sobre agricultura y construcción.

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En el año 2013, y después de haber acogido a una persona de Costa Rica durante unos meses en su escuela, “decidí partir hacia allá de vacaciones y descubrí que un antepasado de mi familia paterna había sido gobernador allí y había mandado construir una iglesia de piedra que había aguantado en pie después de siglos y terremotos por su calidad estructural”. Este hecho le animó a compartir sus conocimientos sobre la construcción con piedra, muchos de estos aprendidos viendo trabajar a su padre, maestro en paredes de piedra seca, a través de charlas y cursos que complementó con talleres sobre permacultura dirigidos a las comunidades campesinas locales y al ámbito universitario en los viajes intermitentes que realizó al país centroamericano durante cuatro años.

De vuelta a la isla se casó con Lorna, a quien conoció en los cursos que impartió en Costa Rica, y desde hace siete años se dedica a su oficio como constructor en piedra seca, tanto en Formentera como en otros puntos de España, y por el que ha obtenido la carta de artesano que promueve el Consell de Formentera durante el pasado mes de junio, mientras tramita la maestría en dicha forma de construcción tradicional.

David ha obtenido la carta de artesano en esta especialidad que domina desde hace años

Un oficio ancestral

Para levantar un muro de piedra seca, como los que separan los terrenos en Formentera, se necesitan “piedras de cualquier tipo: silíceas o areniscas como el marès, calizas, graníticas o volcánicas y todas estas pueden ser “vivas”, las más compactas y duras, o “menos vivas” cuando se erosionan con facilidad».

Para formar el muro las piedras deben colocarse “cosidas” o “trabadas”, “como se  hace con los ladrillos que encima de dos ladrillos va uno apoyado sobre la junta de los dos de abajo”. David explica que si se trata “de un muro de piedra elevado, este tiene dos hileras de piedra y para que esté bien hecho tienen que trabarse entre si las piedras de las dos hileras. Para esto, las piedras se colocan sin hacer demasiada vista y con mucha profundidad hacia el interior del muro de manera que de un lado y del otro se van superponiendo de manera alternada y el peso se reparte consiguiendo así una unidad sin separación entre las hileras. Este modo de construcción en profundidad brinda elasticidad, da durabilidad al muro, es un hotel para los bichos, deja pasar el agua a través y evita que se caiga”.

Asimismo una vez bien puesta, cada piedra se bloquea con cuñas para evitar que se mueva y cuando están todas colocadas se procede al relleno de los pequeños huecos que quedan con trozos de restos de piedra que se colocan pieza a pieza.

El artesano destaca además que para iniciar la construcción de estas paredes “se cava una zanja de 10 a 20 centímetros en la tierra para que el muro quede encajado en el suelo” y luego, para brindarle estabilidad, es básico el recogimiento, o sea la inclinación del muro hacia el interior a medida que va ganado altura, siendo más ancho abajo que arriba, «como sucede con las pirámides».

David valora de su labor artesanal el poder trabajar con un material natural y sostenible, así como su carácter ancestral, y hecha de menos que no se haya contemplado su aprendizaje con continuidad por parte de la administración, a través de cursos que garantizarían la perdurabilidad del oficio y una correcta aplicación de la técnica.

En la misma línea considera que debería pedirse la carta de artesano en esta especialidad a la hora de acceder a la construcción o reparación de una estructura de piedra seca para evitar el intrusismo. “Si las piedras se colocan mal, el muro caerá pronto y entonces la gente considera que la piedra seca no sirve y que lo mejor es echar cemento y ahí se pervierte el trabajo artesanal”, apunta David.

Muro de piedra seca realizado por David en una finca de Formentera

Trabajos en raíz de enebro

En la entrega de las cartas de artesano del pasado mes de junio, David recibió además otra por el diseño y confección de piezas de bisutería y adornos realizadas en raíz de enebro que encuentra por los campos de Formentera. Un trabajo a base de lijado que devuelve la suavidad y el perfume de la madera a cada uno de los objetos creados. «Aprendí la técnica con el artesano Frank Nötzel, ya fallecido, y realizo algo de bisutería, esculturas y piezas útiles como cuencos, pipas, boles o tablas». El año pasado estuvo de invitado en la Fira Artesanal de la Mola y con respecto a la situación de la artesanía en la isla sostiene que el colectivo «no está lo cohesionado que debiera a la hora de defender el trabajo hecho a mano y es algo que se debería conseguir dejando de lado el individualismo y fomentando las ganas de trabajar juntos».

 

 

 

 

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