María Rosúa (Rosario, Argentina, 1990) se crió en un ambiente de mujeres creativas en el que su abuela pintaba y su madre diseñaba ropa y realizaba velas artesanales. Acabados los estudios secundarios, María salió de viaje por Sudamérica donde fue aprendiendo técnicas artesanas de macramé y filigranas de la mano de distintos creadores y “en el que me di cuenta que podía viajar y trabajar de lo mío”. Después de esa experiencia volvió a su ciudad natal para cursar estudios superiores y se decantó por dos carreras: Antropología e Diseño Industrial. “Empecé las dos y finalmente me decanté por el diseño porque ya estaba en el camino de la joyería que aprendía con Mabel Milani en su taller”, apunta María.
La carrera de Diseño Industrial le permitió conseguir una beca Erasmus en el año 2015 para estudiar arte y joyería en la Escola Massana de Barcelona durante un año y que resultó ser una muy buena experiencia. En la Ciudad Condal conoció a su pareja Manu, uno de los artífices del Qué Celeste Festival, y juntos comienzaron a ir y venir a Formentera hasta que se instalan en la isla en 2019 coincidiendo con el nacimiento de su hijo Caetano.
La joyería como forma de expresión
María Rosúa reconoce que el trabajo con el metal “me brinda infinidad de posibilidades creativas”. Entre los materiales que más utiliza destaca el latón “que es fácil de trabajar y con un precio más accesible”. A partir de este y otros metales, la artesana desarrolla un amplio abanico de diseños inspirados, muchos de ellos, en la naturaleza de la isla y en los que introduce colores a través de pinturas como acuarela aplicada sobre imprimación y posteriormente esmaltada, así como pátinas y oxidaciones en distintas tonalidades siempre diferentes.

Así encontramos piezas con formas de higos, granadas, hojas y frutos del olivo, uvas, alcachofas, hortensias, margaritas, plumas, pájaros y hasta pequeñas cabezas de ajos, sin olvidar toda una colección dedicada a la figura humana realizada también en bronce y en plata que destaca por representar movimientos corporales que transmiten sensación de libertad. “En las distintas colecciones combino además otros elementos como madera, cemento, textiles o fieltro y también utilizo y realizo impresiones 3D en un material biodegradable (PLA) que diseño previamente con el ordenador”, señala María en nuestra visita a su taller. Con respecto a las piezas que crea apunta que, “la mayoría son pendientes y, a partir de estos, puedo sacar un anillo o un colgante”.

Artesanía in situ y on line
Durante la pandemia, si algo tuvo claro María es que no había que quedarse quieta a la hora de dar a conocer el trabajo artesanal que realizaba, por lo que no dudó en estudiar herramientas de marketing digital para potenciar su marca, su página web y la venta on line. “Vender on line me permite trabajar todo el año sin perder el ritmo y desde la temporada pasada estoy también en la Fira Artesanal de la Mola, algo que venía esperando desde hace cinco años y ha sido una experiencia muy buena ya me encantó conocer a los otros artesanos que me ayudaron y me recibieron muy bien y poder tener contacto con el público ya que el taller y la venta por Internet te terminan aislando”.

Con respecto a la clientela en el mercadillo, la artesana estima que ha podido fidelizar a algunos compradores y, a la vez, pudo comprobar los gustos “de las italianas por las flores, las catalanas por los higos o los alemanes por las piezas de figura humana, algo que me ha resultado muy interesante”.
Con carta de artesana desde 2017, María Rosúa señala que Formentera es un lugar ideal para la creación artesanal y “sería muy bueno disponer de espacios para talleres donde poder además dar clases o realizar encuentros donde compartir conocimientos y experiencias, un intercambio que tengo comprobado nos favorece muchísimo a todos”.