La ceramista Adela Obispo (Córboba, 1979) estudió Bachillerato artístico y conoció muchos secretos de la cerámica a través de la profesora japonesa, Hisae Yanase, que daba clases en la capital cordobesa y la inspiró a seguir este oficio como camino. Acabados los estudios su espíritu inquieto la llevó a viajar por tierras del Bierzo leonés y el Pirineo aragonés “conociendo la vida rural de montaña”, para trasladarse posteriormente a Granada y realizar el Ciclo formativo de grado superior de cerámica artística y otros talleres.
Después de siete años por tierras granadinas, Adela puso rumbo a Gerona, en concreto a La Bisbal d’Empordà, “un sitio con mucha tradición de ceramistas, con una escuela de larga trayectoria donde se realizan talleres profesionales en los que estuve perfeccionando mis conocimientos durante cuatro años”.
Formentera
En 2004 “estaba en el Cabo de Gata por primera vez y me encantó el agua del mar tan turquesa y una amiga me dijo: pues si te gusta el agua turquesa tienes que ir a Formentera. Así que le hice caso, vine a la isla y me encantó. Volví después del verano a estudiar a La Bisbal y continué trasladándome a la isla a hacer temporadas en distintos trabajos, luego tuve a mi hija aquí y a los dos años solicité puesto para el Mercat Artesanal de Sant Ferran donde estuve tres años hasta que surgió otro en la Fira Artesanal de la Mola”.
En sus primeros años como ceramista en la isla, Adela Obispo conoció a la profesora de cerámica, Remedios Castillo, ya fallecida, quien le ofreció su horno para poder cocer las piezas. “Hermanamos muy bien ya que hasta ese momento tenía que trabajar mi producción en La Bisbal y trasladarla a la isla con el trajín que eso supone”.
Un recorrido por distintas técnicas
Adela Obispo comenzó vendiendo sus trabajos en cerámica Rakú, “una técnica cerámica japonesa que aprendí con Hisae Yanase y donde intervienen la tierra, el aire y el fuego para conseguir piezas únicas con predominancia de tonos negros y rojizos en reducción”. El intenso trabajo que supone aplicar esta técnica, pieza a pieza, y las ganas de adentrarse por otros caminos creativos impulsaron a la ceramista a profundizar en el uso de otros esmaltes y otras fórmulas “para lograr un estilo más personal y integrado a los colores que me da la isla”.
Así, Adela se enfoca en trabajos en barro gres de calidad “que se puede cocer a media temperatura en horno a gas con esmaltes en los que encontré una gama de colores que me entusiasmaba como los turquesas y los verdes muy de Formentera y que yo voy modificando con el uso de distintas técnicas, texturas, atmósferas…”.
Con respecto a las piezas, la ceramista trabaja y experimenta con texturas y formas como la rugosidad que podemos asociar a elementos naturales y orgánicos de la isla y con distintos relieves que consigue de manera manual, a través de la estampación de modelos diseñados por ella, “o con una pieza de ganchillo tejida por mi abuela que también he utilizado para dar relieve”.
Entre los objetos que comercializa la artesana encontramos cuencos de diferentes tamaños, fuentes, percheros, piezas decorativas o pequeños murales en los que aparecen figuras de peces, plantas o flores recogidas en la isla, “siempre probando e incluyendo además otros elementos como la madera o ramas recicladas encontradas que se convierten, por ejemplo, en las asas de un bol”. Asimismo Adela crea algunas piezas de bisutería como pendientes, colgantes y collares en los que combina la cerámica con el latón.
De los clientes de todas las nacionalidades que visitan la Fira de la Mola destaca a los franceses, “que tienen tradición con la cerámica, les gusta y la compran sin problemas” y en relación a la situación de la artesanía en Formentera, Adela Obispo considera que se tiene que seguir apostando por la calidad y la originalidad de los productos en todas las ramas artesanas “para que los trabajos sean valorados y respetados como únicos por parte de aquellos que visitan los mercados artesanos”.