Jaume Mateu (Lleida, 1962) tuvo clara su faceta artística desde joven por lo que se apuntó a estudiar Artes aplicadas y pronto descubrió que la cerámica era lo suyo. Después de cursar el primer año le dijo al director si podía hacer algo especial ya que no quería seguir con el aprendizaje tradicional con muchas ramas sino centrarse en cuatro cosas que le interesaban y, además, porque no pretendía el título ya que no pensaba dedicarse a la enseñanza del oficio. Finalmente el claustro le dio el visto bueno y así se centró en cerámica, técnicas pictóricas y grabado.
Las inquietudes de libertad de Jaume lo llevaron a viajar a Amsterdam donde estuvo un año y medio trabajando con unos israelíes realizando decoraciones con aerógrafo para espectáculos de danza y teatro, sin dejar de pasar el verano en Formentera. “Vivíamos debajo de una higuera, con mucha tolerancia, sin tantas normas como ahora”, recuerda el artesano.
En noviembre de 1987 se instala en la isla como residente y se pone a trabajar con el maestro ceramista Antoni Tur “Gabrielet”, una experiencia que lo marcó en diferentes planos. “No solo en lo artístico sino también en lo humano. Vivencias que compartíamos con Ángel y Bárbara ya que Gabrielet era una gran persona, con un gran corazón, fuerte y tolerante, nos entendíamos muy bien”.
Desde los inicios Jaume trabaja la cerámica desde distintas vertientes. “La pieza de autor la que me llena más, es única y es la que me da la vida. Luego esté el mundo simbólico de Formentera, con su silueta, las sargantanas, la luna y el sol, que trabajo a través de la cerámica pura incorporando el cristal lo que las hace también únicas, absorbiendo los colores naturales que predominan en la isla y que incluyen una amplia degradación del azul, los marrones y ocres y los verdes en sus diferentes tonalidades”, apunta el creador.
Sobre el tipo de cerámica que utiliza, explica que los barros pueden ser “refractarios con chamota, refractarios blancos, utilizo el gres para pintar y para formar algunas piezas, también la porcelana para pintar, así como tierras naturales que encuentro en Formentera e Ibiza y otras que he traído de Okinawa, Japón, ricas en hierro, níquel y vanadio que no se encuentran aquí. A partir de ahí y para obtener colores hago fusiones con minerales y óxidos que se someten a temperaturas de entre 1.260 y 1.280 grados”.
Trabajo manual
Jaume Mateu moldea todas las piezas a mano y luego continúa con las fases de secado, pulido, pintado y horneado. “A algunas piezas de autor le doy hasta tres cocciones hasta que llega a mí lo que yo busco. Además, cuando utilizo color trabajo con el horno eléctrico de atmósfera limpia que controlo muy bien y que no altera las tonalidades: si quiero un rojo, saldrá un rojo”.
Entre las piezas creadas por Jaume en su taller de la Mola, todas estas de decoración, encontramos murales escultóricos con diferentes temáticas y fusiones de cerámica con madera y con metal.
Clientela fiel y nueva etapa
De los primeros de la isla con carta de artesano, Jaume describe como maravillosa la variedad de clientes que ha visto pasar por su particular espacio en la Fira Artesanal de la Mola, una pequeña sala donde ofrece sus creaciones. “Desde el que siente la pieza, el que la compra porque tiene dinero y el que aúna ambas historias”, apunta categórico.
Entre las nacionalidades, “predominan los que tienen relación con el Mediterráneo como el español y el italiano, este último por su sentido de la belleza, también el parisino y el holandés que buscan cosas muy selectas y originales. Muchos pasaron por aquí por curiosidad y con el paso de los años acabaron organizándome exposiciones en distintas ciudades europeas, algo que agradezco a pertenecer a la Fira de la Mola y a toda la gente que he conocido aquí”.
Por último, Jaume Mateu nos anuncia que esta ha sido su última temporada en la galería de la Fira de la Mola ya que piensa emplear “los veinte años que me podrán quedar, con la mente clara y el físico en condiciones, para dedicarme a la cerámica artística creativa que es lo que llena”.