Petra Sotnikoff (Berlín, 1942) vivió su infancia y primera juventud en Alemania con su padre pintor y su madre que realizaba tapices con telas. Pero antes, en 1936, acabada la guerra, sus padres viajaron a Mallorca y a Ibiza ya que “mi padre, como pintor, quería ver las islas”, y continuaron pasando temporadas en Baleares cuando nacieron sus hijos.
En una estancia en Ibiza, cuando Petra tenía 12 años, su padre acompaña a un danés que iba para Formentera, se queda tres días, vuelve a Ibiza para recoger a la familia y se instalan en la menor de las Pitiusas. “Mi padre volvió enamorado de la isla, llegamos y fuimos a es Pujols, a casa de Mercedes frente al actual Pinatar. Recuerdo que no había nada, ni carretera, los colchones estaban rellenos de posidonia seca y había un autobús pequeño y un taxi a manivela. Era un paraíso, teníamos la playa para nosotros solos y mi padre se dedicaba a pintar imágenes de la isla con sus acuarelas. A partir de esa primera vez vinimos cada año a pasar tres meses y finalmente mi padre compró el terreno e hizo la casa entre es Pujols y Sant Ferran”, detalla Petra con alegría.
Petra destaca que empezó a coser con 6 años “y aprendí a trabajar con el metro y a cortar la tela directamente con indicaciones de talla, muy pocas veces utilizo patrón y coso las piezas sin hilvanar. He creado mi propio método”.
La mayoría de sus creaciones, Petra las trabaja en algodón fino, mucho traído de París y también con pareos de algodón y viscosa conseguidos en las islas para convertirlos en vestidos de niña, camisas y pantalones para niños, así como zapatillas y tops con telas brillantes provenientes de restos de vestuario del Theatre du Soleil en el que trabajaba su hijo y con el que Petra ha colaborado en algunas producciones. También la artesana cose simpáticas sargantanas en coloridos tejidos que alegran su parada en el mercadillo.
Con respecto a su experiencia en la Fira Artesanal de la Mola, considera que ha cambiado mucho “desde sus comienzos con el suelo de tierra y las higueras y con respecto al público, ya que antes venían jubilados que compraban mis creaciones para sus nietos pero llevamos un tiempo en que la gente que viene es más joven, miran, dicen que bonito pero que no tienen niños y otros ni siquiera miran. Así que todo depende del día aunque la mayoría de los clientes son bastante amables”, señala Petra mientras continúa con su trabajo de costura en su casa de la isla.