Frank Nötzel (Duisburg, Alemania, 1961) trabajaba como electricista y en el negocio de las moquetas y alfombrado de oficinas en su ciudad natal cuando se enteró de la existencia de Formentera. “Tenía una amiga que venía desde niña a la isla con su familia y en 1989 vine con ellos, estuvimos un mes, ellos se fueron y yo me quedé”.
Al principio vivió con artesanos y pintores del grupo Avalon en la Mola y empezó a trabajar con raíces de sabina y enebro haciendo esculturas, dejándose llevar por la propia madera que es la que “te dará el resultado cuando aparecen formas muy orgánicas”. Pero el trabajo de lijar a mano era muy largo “y yo tenía que vender las piezas así que sumé mi experiencia con distintos tipos de herramientas algo que me resultó muy eficaz a la hora de conseguir resultados y poder vivir de esto ya que no puedo tardar un día en lijar un llavero”, apunta Frank.
En nuestra visita a su taller en la Mola pudimos ver un álbum de fotos con las esculturas decorativas que ha ido realizando con los años y de una innegable belleza natural. Esa destreza con la talla de la madera Frank la utiliza además para confeccionar el material que comercializa en la Fira de la Mola en unos volúmenes mucho más pequeños.
En relación al proceso de trabajo “corto la raíz en piezas y comienzo a lijar con papel cada vez más fino hasta darle forma. La madera no se trata con ningún producto ya que su propio aceite la lubrica cuando le pasamos un paño y es un regalo de la naturaleza”, destaca el artesano.
Así, en su parada encontramos alguna escultura y muchas piezas de raíces convertidas en llaveros, pendientes, pulseras, originales pipas, cuencos, y colgantes, alguno de estos engarzados en plata por la artesana Xenia. Todos estos objetos han sido realizados uno a uno, algunos incluso con formas clásicas como corazones o el mapa de Formentera. “Lo único comprado que hay en mi parada son los cordones de los colgantes y las anillas de los llaveros, lo demás está todo trabajado por mí”, apunta Frank con orgullo.
Con carta de artesano su puesto en la Fira de la Mola tiene la solera de tres décadas, “por lo que ya me compran los hijos de mis primeros clientes que vienen cada año”. En cuanto a las nacionalidades no hay ninguna que destaque sobre otra “ya que vendo bien a españoles, italianos, alemanes y muchos vienen a buscar la madera que huele bien mientras que a otros les tengo que explicar que el olor es natural y propio de cada raíz que utilizo”. Frank recuerda en especial a un cliente alemán que venía cada año a comprarle piezas grandes y “hace dos años cuando falleció, vino su hijo y me contó que su padre paseaba por la isla y recogía raíces que guardaban en su casa por lo que me regaló todas las que tenían que eran guapísimas”.
Con respecto a la situación de la artesanía en la isla, Franz considera que es “un negocio complicado y a veces difícil, pero el mercadillo de la Mola funciona bien, colaboramos y nos ayudamos entre nosotros y la gente sabe que lo que se vende es artesanal”.