Recuerdo que cuando hace más de veinte años llegué a Formentera nadie cerraba la puerta con llave, muchas de las casas estaban abiertas día y noche y los coches aparcados con las llaves puestas.
Los tiempos cambian y desde hace varios años la costumbre es vallar el perímetro de las casas, sobre todo en las situadas en diseminado, poner rejas en puertas y ventanas e incluso cámaras de seguridad. ¿Qué ha pasado?. No lo sé, pero solo tengo claro que la inseguridad llegó en un momento al «paraíso».
Esta semana a un amigo le robaron su moto nueva, que todavía está pagando y lo que te rondaré morena, en la puerta de su puesto de trabajo. Un vehículo que le hacía mucha ilusión y que con esfuerzo y ahorros pudo adquirirlo. Y no hablamos de un robo «con nocturnidad y alevosía» sino un lunes a las 9.00 de la mañana y en una zona muy concurrida como es la aledaña al Hospital y al cementerio en Sant Francesc Xavier. La moto no es una mobilet ni una scoter sino una Kawasaki 300 trail color verde. La o las personas que se la llevaron, repito a las 9.00 de la mañana mientras el amigo partió a comprarse un bocadillo para almorzar, tuvieron que haberlo planeado ya que conociendo la zona no se me ocurre que estuvieran por ahí dando un paseo. Mi amigo tiene un disgusto de cuatro pares de narices, le han arruinado la ilusión de irse a su tierra natal a festejar con su familia y amigos su 50 cumpleaños como estaba planeado y a todos los demás el hecho nos ha dejado muy mal sabor de boca.
Otra vez y van muchas. No puede ser que en un lugar tan pacífico y tranquilo como Formentera tengamos que vivir paranoicos perdidos.
No sé cual es la solución de este y otros casos pero si algún amigo de lo ajeno está leyendo esto le quiero decir: el o los objetos que robáis no tienen gran valor material pero el daño que provocáis a las personas de bien que curran cada día para ganarse el jornal, que son amables, buenos vecinos y amigos de sus amigos no se merecen estos golpes bajos en lo moral y material que les causáis.
A nadie le gusta llegar a su casa y comprobar que alguno de vosotros ha entrado rompiendo puertas o ventanas, revuelto los cajones, tirado los libros o la ropa para llevaros cuatro chorradas que creéis son valiosas pero no dejan de ser oropel y en muchos casos recuerdos de familia.
La buena gente queremos volver a tener las puertas y las ventanas abiertas y no estar preocupados porque unas malas personas pueden venir a jodernos la vida y hacernos sentir inseguros. No hay derecho.