Las tormentas nos atormentan

Artículo de opinión de Marta Vázquez

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Parada de bus en la Mola / foto de archivo
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Voy o no voy. Esa cuestión casi «shakesperiana» rondaba en mi cabeza desde primera hora de la mañana del miércoles. Un día que amaneció algo nublado y con partes meteorológicos adversos para Balears. Pero como la lluvia brilla por su ausencia durante meses en Formentera y porque todavía no había ido a hacer la tradicional nota sobre el mercado artesanal de La Mola me decidí por el voy.

Con entusiasmo cogí el autobús de línea, (no se conducir, lo confieso), a las 17.30 en Sant Francesc y resultó ser un «lechero» que paraba en todos los pueblos, incluido es Ca Marí, y cerca de una hora después llegué a La Mola. Bajé en la plaza y comprobé mi premonición: el pueblo estaba lleno de gente.

La Mola

En el mercadillo saludé a todos los conocidos, disfruté con la música de Xuri y compañía y vi las creaciones de nuestros reconocidos artesanos. Atenta a la hora, a las 20.10 me acerqué a la parada del autobús para volver a casa. A lo lejos se veían los primeros relámpagos y la gente  empezaba a acercarse a la parada. Debido al intenso tránsito de vehículos en la zona, el autobús se demoró unos minutos en llegar y cuando aparcó en la parada todos intentaron subir al mismo tiempo. Un sálvese quien pueda, repleto de malos modales, insultos, gritos y maneras dignas de muy poco sentido cívico.

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Tuve la suerte de ser una de las primeras personas en acceder y conseguí sentarme y le dije al conductor: «cuando baje, te pago», apretando mis monedas en la mano ya que era imposible moverse. Ante la avalancha de gente que subía en el vehículo, el conductor con sano criterio y en defensa de su trabajo dijo que todos los pasajeros debían volver a bajar y pagar su correspondiente billete. Esto generó más broncas ya que afuera ya empezaba a caer «la de Dios». Varios minutos después y una vez organizada la situación comenzamos a descender y desde mi ventanilla podía ver, ya casi de noche, campos y caminos anegados y muchas zonas sin luz, «gracias» a las luces que me ofrecían los relámpagos.

El mal tiempo fue el protagonista debido a una tormenta de verano

Una hora y pico después llegué sana y salva a Sant Francesc y le agradecí a Fernando, el conductor, su buen hacer, su tranquilidad y temple ante un simulacro de «motín a bordo», en el que también fui agredida verbalmente por varios pasajeros cuando les pedía que se calmaran.

No me quiero imaginar coincidir con algunos de ellos ante un naufragio donde estoy segura imperaría el antes mencionado «sálvese quien pueda». Solo era una tormenta de verano, pero la mala educación hizo que me pareciera un «tsunami».

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